Se “oiban” las fuertes descargas/ de los fusiles G3
y gritos desaforados/ de niñitos y mujeres
con ancianos indefensos/ en cierta ermita encerrados.
El coronel Monterrosa,/ usurpando lo del juez,
daba nerónicas órdenes/ de aniquilar a esos seres
a drogados campesinos/ que por hambre eran soldados.
Nuestra Luna en plenilunio/ era tan clara cual día
cuando yo me refugié/ tras un silvestre manzano
huyendo aterrorizada/ de mi propio asesinato.
Presente tengo en mi mente/ esa infernal melodía
de sangres, fuegos y gritos/ dirigida por gusano
sirviente de imperialismo/ tal cual asesino nato.
Yo miré decapitar/ al padre de mis seis hijos
y a una centena más/ de inofensivos vecinos.
“Oiba” gritos lastimeros/ de frutos de mis entrañas
cuando fueron degollados/ o aniquilados a tiros
por soldadesca inhumana:/ mis hermanos campesinos
quienes en tales cuarteles/ aprenden salvajes mañas.
Mientras mis pobres menores,/ por órdenes del Herodes,
anegaban con su sangre/ el piso de aquella ermita,
huí buscando algún refugio/ en las montañas cercanas.
Una andanada de balas/ por poco casi me jode.
Durante la madrugada,/ al pie de seca lomita,
escuchaba violaciones/ hasta de peinando canas.
Después de las violaciones/ sexuales y otros desmanes,
escuchaba griteríos/ suplicándoles clemencia.
Eran voces femeninas/ que al caer muertas, cesaban.
Pues se “oiban” los golpes sordos/ de machetes-yataganes.
Pronto los tiros de gracia/ para ancianos e inocencia.
En tanto, don Monterrosa/ y secuaces se drogaban.
El humo negro emergido/ de cien chozas incendiadas
por tan brutal soldadesca/ bajo orden del coronel
me llegaba a los pulmones/ para aumentar mi desgracia.
Hedores a carne humana/ de mil gentes calcinadas
nunca podré describirlo./ Sólo podrá Lucifer.
Estos macabros sucesos/ los ordenó plutocracia*.
Tragándome todo el llanto/ y mi terrible congoja
esperé tras de unas rocas/ al pie de la loma dicha
en donde una quebradita/ me ocultaba del Satán…
Avanzó la madrugada/… Sentía una pierna coja…
Endemoniados se fueron/… En mi desgracia hubo dicha…
A seis de aquella mañana/ el silencio fue total.
Cojeando caminé al norte/ por vaguadas y quebradas
alimentándome sólo/ con pocos frutos silvestres.
Durante veintidós días,/ hasta llegar a enero
dormía muy intranquila/ en casas antes saqueadas.
El ruido de los aviones/ me asustaban de repente.
En ese día de Reyes/ cruce el mojón extranjero.
En campamento hondureño/ llamado Colomoncagua
estuvimos refugiados,/ hasta el final del conflicto,
miles de salvadoreños/ víctimas de la injusticia.
Sin mi hogar en El Mozote/ y con sed; mas, no de agua
yo no sé ni a dónde iré./ Sólo espero en el Bendito,
en ONUSAL y en COPAZ,/ para acabar estulticia.
A doce años después/ de increíble pesadilla,
por honores de mis muertos/ doy un veraz testimonio,
pues nuestra prensa formal/ nunca, jamás, se hizo eco
de esta masacre y de otras/ efectuadas por pandilla
legalizada a la brava/ por cultores del demonio
cuyos cerebros metálicos/ carecen de un solo hueco
para cumplir con mandato/ del cristianismo profético.
Al oír: No matarás,/ en tiempo record lo hacen;
al leer: No robarás,/ con alegría lo incumplen
porque las Leyes Divinas,/ —esto lo tengo patético—,
son escritas para el pobre,/ porque ricos las deshacen;
pero siempre van a misa/ y otros sacramentos cumplen.
Están otros testimonios:/ osamentas descubiertas
por mi Tutela Legal/ de María Julia Hernández
con antropólogas gauchas/ venidas expresamente
para desenmascarar/ las verdades encubiertas
por el gobierno “arenero” / quien debe estar en la cárcel
por genocida-corrupto./ Primero es el presidente.
*PLUTOCRACIA: gobierno de ricos ladrones..
29 de mayo de 1992
jueves, 9 de diciembre de 2010
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“Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero.” (Segunda declaración de la Habana)
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