miércoles, 24 de marzo de 2010

“Monseñor fue un gran apoyo para mí”: Secretaria de Monseñor Romero


Ángela Morales, secretaria de la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de la Colonia Las Delicias, en Santa Tecla. Foto Diario Co Latino/Josué Parada.


Zoraya Urbina
Redacción Diario Co Latino

El seminario San José de la Montaña fue su hogar desde que nació, sus padres trabajaban y vivían en el lugar y junto a sus cinco hermanos, Ángela Morales, creció rodeada de un ambiente católico.
Desde pequeña conoció a Monseñor Óscar Arnulfo Romero.

Aunque su comunicación no pasaba de un “buenos días Monseñor”, que el Obispo respondía siempre con una sonrisa; al graduarse, a los 17 años, de secretaria comercial, con un poco de temor, pero con el deseo de trabajar, solicitó empleo a Monseñor Romero, quien fungía como auxiliar del entonces Arzobispo Luis Chávez y González.

“Claro, Angelita, venite el lunes”, le dijo. Las labores eran sencillas: vender vino de consagrar para las parroquias, llevar la agenda de Romero, recibir la correspondencia, atender a las visitas, entre otras. “No era gran cosa la que me tocaba hacer, solamente atender la pequeña oficina”, recuerda Angelita.

Con la cotidianidad del trabajo, la confianza creció y aunque era de “poco platicar”, era un hombre entregado a la oración, refiere.

Cuando lo nombran obispo de Santiago de María, Angelita lo sigue, “estuvimos por tres años en la casa episcopal del lugar”.

Ahí, Romero cambia y se acerca a la gente pobre, a los campesinos y estaba pendiente de las necesidades de ellos, “se volvió más sensible”, dice.

En el pueblo, Angelita continuaba con sus labores secretariales: ir al banco, ir a Catedral, atender reuniones, “me gustó mucho ese tiempo”, cuenta.

Cuando Romero es nombrado Arzobispo de San Salvador, “yo me había unos días antes para San Salvador porque tenía permiso y supe la noticia, recuerdo que la toma de posesión fue bien sencilla”.
Con más responsabilidades, comienza a trabajar en las oficinas del Arzobispado de San Salvador. En este lapso, “ le fui tomando tanto cariño que la gente me decía que si era sobrina de él”, rememora.

No era una relación de jefe y empleada, sino de confianza, respeto y mutuo cariño. El obispo confiaba en ella, “ahí pregúntele a Angelita”, “Ella sabe de mis cosas”, decía cuando le solicitaban documentos o trámites.

“La gente a mi me buscaba y yo sabía el teje y maneje de las oficinas, de las cosas de él”. Al visitar el hospital de “La Divina Providencia”, la madre Teresita, que atendía a Romero, le dijo que quería conocerla porque el pastor siempre se refería a ella, “al fin te conocimos”, le dijo contenta.

Para Morales, el obispo era más que un jefe, era un consejero, un confesor al que le contaba sus cosas personales y de quien recibía consejos y orientaciones para la vida.

El día del asesinato, el obispo le dijo a Angelita, quien ya era madre, que había que bautizar a la recién nacida, pero todo se quedó en planes. “Pero eso ya no se llevó a cabo porque lo mataron”, relata Morales.

“Estaba en mi casa preparando la leche para mi hija que estaba bien tiernita, cuando oí la noticia por la radio, han matado a Monseñor Romero”, dice.

No lo podía creer, la noticia le cayó como un balde de agua, pues aunque ya sabía de las amenazas de muerte, que se recibían por teléfono o por telegrama en las que anunciaban que los días del prelado estaban contados, Morales jamás creyó que las harían realidad.

Monseñor Romero no se dejaba amedrentar y sólo pedía que archivaran la correspondencia con la que querían someterlo al temor para que ya no denunciara las injusticias. “No mostró temor”, manifiesta.

“Cuando lo mataron sentí que había muerto como mi papá, fue muy duro”, reflexiona. Romero fue su guía espiritual, a quien consultaba para tomar decisiones, porque sus consejos eran siempre atinados, “él fue un gran apoyo para mí”, manifiesta, por eso Romero marcó su vida.

No hay comentarios:

“Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero.” (Segunda declaración de la Habana)


Archivo del blog

NACE LA ESPERANZA, VIENE EL CAMBIO