lunes, 25 de agosto de 2008

Aveces se les olvida a quien estan sirviendo





OPINIÓN
Los síntomas de la Policía
Jaime López
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Publicada el 25 de agosto de 2008 - El Faro Enviar Imprimir
Lo menos que podemos hacer con respecto a la renuncia del director de la Policía Nacional Civil y dos de sus asesores es considerar que estos son hechos aislados. Son síntomas de un deterioro persistente, y sobre todo peligroso, de una de las instituciones emblema de los Acuerdos de Paz, firmados en enero de 1992.
A excepción de los primeros años, con el paso de directores como Mauricio Sandoval, Rodrigo Ávila y Ricardo Meneses, hubo una transposición de objetivos. La represión del delito se impuso casi por completo, reduciendo de forma dramática la función de proteger el ejercicio de los derechos y de las libertades.
La doctrina de la "mano dura" estableció una regresión, retomando esquemas de operación de los antiguos cuerpos de seguridad, donde las personas, en lugar de ser consideradas sujetos a proteger, son las sospechosas o delincuentes en potencia a las que hay que reprimir.
Esta doctrina amplió la separación entre la población y la policía. Los programas de prevención y de inteligencia policial, que para ser exitosos requieren de un fuerte vínculo con las comunidades, se volvieron cada vez más ineficientes, además del hecho de que los jefes policiales fueron reduciendo sistemáticamente su peso.
En sentido contrario, la criminalidad se estigmatizó en jóvenes pobres y pandillas. Y no es que este sector no necesitara acciones contra el delito, pero no era, ni es, el núcleo duro de las amenazas a la seguridad de los y las salvadoreñas.
La policía ha sido incapaz de afrontar el problema de la criminalidad de forma sistémica, es decir, golpeando las rutas de dinero, el transporte de bienes ilícitos y los centros de influencia criminal, varios de los cuales por cierto están dentro de las estructuras del Estado.
Por supuesto, esta situación de incapacidad no solo es responsabilidad de la Policía. La Fiscalía sigue siendo inoperante en la mayoría de sus intervenciones, porque no puede ganar casos con evidencia científica.
Las repetidas reformas a las leyes penal y procesal penal, incluyendo la creación de tribunales especializados, lo único que han hecho es diluir la responsabilidad de la Policía y Fiscalía. Hay abusos en el uso de testigos, incluyendo casos en que estos son falsos. Además, estas reformas han dado espacio para una mayor arbitrariedad en las operaciones policiales.
Lo que algunos medios de comunicación transmiten como primicias, cuando son invitados a dar cobertura a operativos policiales, en realidad son tristes testimonios de una Policía cuyo único recurso contra el crimen parece ser la fuerza bruta.
Pero, además de la incapacidad contra el crimen, la Policía, junto con la Fiscalía desde luego, se ha vuelto contra los ciudadanos, cuando ha reprimido de forma indebida la protesta social. El caso de las manifestaciones en Suchitoto, en 2007, que fueron reprimidas violentamente por la Policía, así como el vergonzoso expediente por terrorismo que abrió la Fiscalía contra personas que protestaban son ejemplo de ese patrón de conducta.
No es extraño entonces que dos asesores del ahora ex director Rovira estuvieran involucrados en irregularidades. Una institución que ha pervertido los principios sobre los que fue establecida será en todo momento vulnerable a los abusos y a la penetración del crimen organizado.
La Policía no necesita solo un nuevo director. Necesita una reestructuración completa. Hay que revisar su ley orgánica, rediseñar sus procedimientos y fortalecer sus capacidades, para que la filosofía civilista y preventiva recupere vigencia.
Necesitamos acercar la Policía a la población, no sólo porque así podrá mejorar de forma significativa su inteligencia operativa, sino para que además no olvide a quiénes está sirviendo.

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“Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero.” (Segunda declaración de la Habana)


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