
El Tren de la Muerte
Veía a los niños correr a sus brazos, los besaba, les ponía vestiditos nuevos, zapatíos por primera vez y los veía correr a la escuela sonriente y regresar de la misma con el saber entre sus tenues labios. Veía la nueva casita de ladrillo, un jardincito, un huerto y un par de frutales frondosos en el pedacito de tierra adquirida. Te llevaré al hospital le dijo a la madre, te compraré tus medicinitas y te compraré unas ropitas y unas cobijitas y ya verás como cambiarán las cosas mamita de mi alma. (Espejismos).
Hacía un mes que habían salido. En el camino se había quedado la tercera parte de la población que salió de “Pueblo Quemado”. Antes lo habían dicho, muchos son los invitados y pocos los escogidos. Aquella invitación le había costado vender los pocos haberes que había sido el producto del diario esclaveo toda una vida. Te levantas con el sol y te acuestas con la luna de media noche, les decía la Cunda mientras lavaba el nixtamal.
La imagen de Pepe Flores la llevaba en medio de la frente, cuando por el aglutinamiento en el tren, aquel se había caído para que sus piernas fueran cercenadas por las oxidadas ruedas de la vieja locomotora. Bien recordaba todo, el sueño de la niña violada al nomás entrar a aquel maldito país que de hermandad nada conocía, las sanguinolentas piernas de Pepe Flores a diez metros del otro pedazo de inerte cuerpo, la gente gritando tratando de detener el tren cuyo piloto se encontraba como a treinta carros en la cabeza del Tren de la Muerte, las miradas angustiadas de los y las compañeras viendo toda la tragedia que iba quedando atrás y temiendo las seguras que vendrían. Algunas palabras de aliento: vale la pena el sacrificio con uno que llegue se habrá salvado el viaje y con ello la patria.
La patria, pensó el cipote, la patria no es ni mierda –dijo-, sólo sirve para los ricos, los pobres nunca hemos tenido patria y no la tendremos mientras no la construyamos. Ah sueños baladíes! Esperanzas truncas, espejismos ingratos de la vida. El tren ha de ir bofo, grito uno de los más viejos, hemos perdido bastante carga, los que lleguemos llegaremos temprano. De pronto una pedrada que no se supo de donde llegó le partió la frente mandándolo aun más ligero a su destino infausto.Les compraré cuadernos y crayolas, le haré la flor a la virgen, celebraré el día de san Antonio con cuetes y tamales pisques y los cinco nos vamos a ir a Esquipulas a visitar al Cristo Negro.
Qué es ese ruido que pasa por ahí…somos los salvatruchos que vamos a morir!.Un grito en la oscuridad anunció que habían llegado. A dónde, nadie lo sabía ni lo sabrán jamás. En el vagón de los coyotes se oían los quejidos de la última niña salvadoreña que estaba siendo violada. Cuántas habían sido llevadas a la fuerza y lanzadas como objetos usados a los rieles de la desconocida vía férrea. Nadie, ni dios lo sabe, ni lo investigará, de todos modos eran pobres y eVeía a sus niñas llegar a abrazarla, a su niñito tierno pedirle chiche, chichi mama, a la abuela Cunda sonriendo echando las chengas, de repente el frío mortuorio, la sed y vio a la distancia en la oscuridad como diez cuerpos en fila india arrastrándose sin rumbo.
Medio recordó que uno de los coyotes les había dicho: busquen cactus, esos dan agua y veía montanas de cactus por todos lados que desaparecían cuando los tocaba. Miera Cunda, no estés triste, no esperes remesas que nunca llegarán. Los diarios dicen que treinta se ahogaron en el Caribe, cuarenta fueron asesinados en el camino y cincuenta murieron en el desierto. La cunda se echó el niño a los brazo y se fue llorando ente las malezas.
POR NUESTRO AMIGO
PAUL
Veía a los niños correr a sus brazos, los besaba, les ponía vestiditos nuevos, zapatíos por primera vez y los veía correr a la escuela sonriente y regresar de la misma con el saber entre sus tenues labios. Veía la nueva casita de ladrillo, un jardincito, un huerto y un par de frutales frondosos en el pedacito de tierra adquirida. Te llevaré al hospital le dijo a la madre, te compraré tus medicinitas y te compraré unas ropitas y unas cobijitas y ya verás como cambiarán las cosas mamita de mi alma. (Espejismos).
Hacía un mes que habían salido. En el camino se había quedado la tercera parte de la población que salió de “Pueblo Quemado”. Antes lo habían dicho, muchos son los invitados y pocos los escogidos. Aquella invitación le había costado vender los pocos haberes que había sido el producto del diario esclaveo toda una vida. Te levantas con el sol y te acuestas con la luna de media noche, les decía la Cunda mientras lavaba el nixtamal.
La imagen de Pepe Flores la llevaba en medio de la frente, cuando por el aglutinamiento en el tren, aquel se había caído para que sus piernas fueran cercenadas por las oxidadas ruedas de la vieja locomotora. Bien recordaba todo, el sueño de la niña violada al nomás entrar a aquel maldito país que de hermandad nada conocía, las sanguinolentas piernas de Pepe Flores a diez metros del otro pedazo de inerte cuerpo, la gente gritando tratando de detener el tren cuyo piloto se encontraba como a treinta carros en la cabeza del Tren de la Muerte, las miradas angustiadas de los y las compañeras viendo toda la tragedia que iba quedando atrás y temiendo las seguras que vendrían. Algunas palabras de aliento: vale la pena el sacrificio con uno que llegue se habrá salvado el viaje y con ello la patria.
La patria, pensó el cipote, la patria no es ni mierda –dijo-, sólo sirve para los ricos, los pobres nunca hemos tenido patria y no la tendremos mientras no la construyamos. Ah sueños baladíes! Esperanzas truncas, espejismos ingratos de la vida. El tren ha de ir bofo, grito uno de los más viejos, hemos perdido bastante carga, los que lleguemos llegaremos temprano. De pronto una pedrada que no se supo de donde llegó le partió la frente mandándolo aun más ligero a su destino infausto.Les compraré cuadernos y crayolas, le haré la flor a la virgen, celebraré el día de san Antonio con cuetes y tamales pisques y los cinco nos vamos a ir a Esquipulas a visitar al Cristo Negro.
Qué es ese ruido que pasa por ahí…somos los salvatruchos que vamos a morir!.Un grito en la oscuridad anunció que habían llegado. A dónde, nadie lo sabía ni lo sabrán jamás. En el vagón de los coyotes se oían los quejidos de la última niña salvadoreña que estaba siendo violada. Cuántas habían sido llevadas a la fuerza y lanzadas como objetos usados a los rieles de la desconocida vía férrea. Nadie, ni dios lo sabe, ni lo investigará, de todos modos eran pobres y eVeía a sus niñas llegar a abrazarla, a su niñito tierno pedirle chiche, chichi mama, a la abuela Cunda sonriendo echando las chengas, de repente el frío mortuorio, la sed y vio a la distancia en la oscuridad como diez cuerpos en fila india arrastrándose sin rumbo.
Medio recordó que uno de los coyotes les había dicho: busquen cactus, esos dan agua y veía montanas de cactus por todos lados que desaparecían cuando los tocaba. Miera Cunda, no estés triste, no esperes remesas que nunca llegarán. Los diarios dicen que treinta se ahogaron en el Caribe, cuarenta fueron asesinados en el camino y cincuenta murieron en el desierto. La cunda se echó el niño a los brazo y se fue llorando ente las malezas.
POR NUESTRO AMIGO
PAUL
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